La situación de los profesionales que trabajan con el alumnado con autismo: una reflexión desde la perspectiva docente
En ocasiones anteriores hemos
hablado de la transaccionalidad o
efecto que provoca el autismo tanto en la propia persona como en su familia y
en los profesionales que trabajan con ella (si quieres leer artículos
anteriores sobre ello pincha AQUÍ). Existen múltiples ejemplos en diversas
publicaciones o en Internet sobre cómo
las familias explican el efecto del autismo en sus hijos e hijas (algunas en
este mismo blog) pero no tantas sobre el efecto en los profesionales -al menos
yo no las he ido encontrado con tanta frecuencia-, quizás porque en el concepto
del “profesional que educa a personas autistas” se asume que “nace” con una especie de
habilidades previas que le hacen estar preparado para esta labor cuando, en mi
opinión, esas habilidades, si bien es cierto que algunas de ellas es importante
que el o la profesional ya cuente con ellas, otras las va a tener que construir
en su relación con la persona autista.
Vamos a reflexionar hoy sobre
un texto muy interesante del reciente y tristemente fallecido Theo Peeters y de
Hilde de Clerq (madre de un niño con autismo y terapeuta) sobre esta cuestión y
que podéis leer en profundidad en el libro de APNA “Nuevos desarrollos en el
autismo: el futuro es hoy” (si quieres saber más pincha AQUÍ).
Dicen Peeters y De Clerq que
cuando los y las profesionales hablan abiertamente con las familias de las dificultades (también hay que hablar
de los aspectos positivos), éstas se suelen sorprender al ver que comparten
muchas preocupaciones y cómo sus vidas, en este
caso laborales, tampoco están a prueba de estrés. Por eso, Peeters y De Clerq abogan por la
importancia de buscar las similitudes que se puedan encontrar: tanto las
familias como sus educadores y terapeutas son “defensores” de las personas autistas y en mi opinión, están “obligadas” a trabajar en equipo.
Es cierto, como dicen De Clerq y
Peeters que “los padres tienen una vida muy
difícil pero también es cierto que los profesionales tienen un trabajo muy
difícil. Ambos se enfrentan al hecho de ser criticados y sentirse agotados”
y estos autores dan con una de las claves, en mi opinión, de la cuestión: el autismo también
debe verse como un problema político. Juntos, familias y profesionales deben
mostrar y hacer presente a las diferentes administraciones la realidad de la
calidad de vida para las personas autistas para que éstas puedan disponer de
mejores servicios, colegios, viviendas, trabajos… Un ejemplo: en España se
aprobó la Estrategia Española en Trastornos del Espectro del Autismo, la cual
se publicó en 2015 (pincha AQUÍ si
quieres leerla) sin una memoria económica que la apoyase y en el año 2019 el
movimiento asociativo español relacionado con el autismo sigue luchando por su
puesta en marcha (pincha AQUÍ).
Volviendo al eje del tema que
nos ocupa, los profesionales que trabajamos con personas autistas en muchas
ocasiones experimentamos frustraciones que es importante expresar y que el
texto de Peeters y De Clerq recoge
magistralmente, aunque es cierto que hay que tener en cuenta ciertas matizaciones.
Voy a transcribir inicialmente y de forma textual las palabras recogidas en el
libro (en cursiva) y más abajo escribiré algunas reflexiones que me surgieron
tras su relectura este verano.
Las
siguientes son algunas de las frustraciones más frecuentes a las que suelen
enfrentarse los profesionales:
*Se sienten aislados, sobre todo cuando trabajan en lugares donde se
están comenzando a desarrollar servicios educativos para personas con autismo.
Ese aislamiento puede estar
relacionado con la falta de conocimiento, de la sociedad en general y en el
ámbito educativo en particular, sobre el autismo que termina desembocando en
determinadas respuestas educativas o actitudes. Pero
la superación de ese aislamiento depende muchísimo de dos grandes factores: por
una parte de la calidad humana y la capacidad empática de las personas que
conforman los equipos educativos y de la posibilidad de que otros docentes
formados en lo que es el autismo colabore con ellas en el aula y en el centro,
explicándoles y mostrándoles aquellos estilos educativos más productivos para
este alumnado.
*El equipo directivo no está especialmente interesado en el autismo y no
facilita la ayuda necesaria
El equipo directivo es un
bastión fundamental para el éxito educativo de este alumnado. El apoyo de los
equipos directivos a las acciones educativas dirigidas al alumnado de espectro autista es uno de los factores que contribuyen al bienestar y a una positiva evolución
educativa de este alumnado. Ahora bien, si ese apoyo no se produce, es muy
difícil para los y las docentes que educan al alumnado con autismo poder
realizar adecuadamente su labor.
La clave, en mi opinión, reside
en asumir una realidad cada vez más apabullante: es obligatorio dar una
respuesta educativa adecuada a un tipo de alumnado que ya no es infrecuente en
las aulas como lo fue en tiempos anteriores sino que, en la actualidad, tiene mucha
presencia y la evidencia nos dice que en el futuro, probablemente tenga más.
*Están menos involucrados en el funcionamiento general de su institución:
pasan la mayor parte del tiempo con los niños y no pueden comer con los demás
compañeros y tienen menos tiempo libre que sus compañeros.
Es cierto que la educación del
alumnado con autismo suele generar, de una u otra manera, un incremento de la
atención del profesorado que les educa. Por ello, en mi opinión, las medidas
organizativas que fomenten el apoyo horario a este profesorado son esenciales, superando
incluso en importancia al incremento de los recursos humanos.
*Sus
compañeros a veces tienen celos de que éstos trabajen con una proporción menor
de niños y no suelen entender que ésta es una medida necesaria.
Un ejemplo: en alguna ocasión hay
profesores y profesoras de los centros ordinarios con los que trabajamos en la
escolarización combinada que se sorprenden de que en los centros específicos
las ratios sean menos numerosas que sus centros cuando no se paran a
reflexionar en la idoneidad de la medida, no solamente en la “cantidad”. Más
allá de esta anécdota, existen investigaciones como la de Simpson y Myles en
2008 donde defienden que la ratio máxima de alumnado en las aulas donde hay
alumnado con autismo debe ser de 19 alumnos. ¿Es la realidad en la actualidad de
las aulas ordinarias?
*A
pesar de trabajar tan duro, a menudo son criticados por otras personas que
siempre parecen saberlo todo mejor que ellos y que tienen sus propias teorías
sobre cómo debe ser el proceso educativo del niño o de la niña.
Una de las cuestiones en las
que siempre debemos estar incidiendo el profesorado “especialista” que educamos
al alumnado con autismo con una parte de nuestros compañeros y compañeras
docentes en los centros escolares es en la ruptura de determinadas ideas
preconcebidas como por ejemplo la de no realizar determinadas actividades
porque no quiere en vez de porque no puede o le es muy dificultoso –veáse en lo relacionado con la decodificación lectora y la grafía–. De ahí que
personalmente abogue por la figura de docentes especializados en autismo
(quizás de la especialidad de Pedagogía Terapéutica, de Audición y Lenguaje o de Orientación Educativa), que sean figuras de referencia en el
desarrollo del proceso educativo de este alumnado, en colaboración con el resto
de profesorado, las familias y el propio alumnado con autismo. En mi opinión
hacen falta más maestros y maestras de PT y AL y profesorado de Orientación formados profundamente sobre el
autismo y con el paso del tiempo, todo indica que harán falta más.
*Es
difícil encontrar una educación adecuada para los niños con autismo, y por lo
tanto con frecuencia no se encuentran
los argumentos necesarios para rebatir a aquellas personas que les critican.
Explicar lo que es el autismo no es una tarea fácil, especialmente cuando se
trata de un psiquiatra que ve las cosas de un
modo distinto.
Esta cuestión me parece
fundamental y la comparto en muchas ocasiones a otros profesionales y familias:
en el ámbito educativo la persona que lidera debería ser el o la docente. Otra
cuestión es que es necesario el trabajo colaborativo entre familias,
profesionales externos, docentes y el alumnado para obtener los mejores
resultados.
¿Por qué digo esto? Porque de
la misma manera que creo que la familia es la clave en el entorno familiar –yo
puedo como profesional saber mucho de autismo pero si no conozco las claves
internas de la familia estoy perdido, de hecho muchas de ellas me han enseñado
maneras estupendas de cómo resuelven
situaciones que viven en casa con mis alumnos y alumnas–, en el entorno escolar
quien puede aportar una repuesta más ajustada es aquel profesorado, experto y
no experto en autismo, ya que por mucho que yo conozca a mi hijo, lo conozco en
el contexto familiar, de ocio etc. pero no en el escolar. Y en este contexto su
comportamiento puede ser muy diferente porque entra en contacto con el de otros
niños y niñas, una gran cantidad de estímulos, unos tiempos y ritmos diversos
etc. Siempre comento que yo no suelo trabajar con tal o cual niño con autismo
sino con la interacción que surge entre varios niños, tengan autismo o no, en
un contexto determinado –por ejemplo no es lo mismo el comportamiento habitual
que pueda tener Juan ante una tarea que el comportamiento de Juan si su
compañero Enrique está realizando una ecolalia verbal en forma de murmullo, ya
que ese murmullo que sirve para autorregular a Enrique puede ser molesto para
Juan. Y tanto derecho tiene Juan a molestarse como Enrique a autorregularse–.
Esto no se debe confundir con
el necesario trasvase de información constante entre la familia y la escuela,
más acentuada aún en el caso del alumnado con autismo, porque la familia va a
proporcionar información e ideas valiosísimas –yo lo resumiría en que nadie
conoce mejor a un niño que su propia familia pero nadie conoce mejor cómo es la
interacción entre varios niños y niñas en un aula que un maestro o una maestra–). Todo
ello debe confluir en un trabajo en equipo cultivado dentro de un clima
positivo y de igualdad en el que el profesorado no muestre una “superioridad”
con la familia sino cercanía y apoyo. Se trata de construir confianza.
Lo mismo sucede con los
profesionales de servicios externos: que un niño o niña con autismo sea capaz
de realizar una actividad en un entorno controlado, en una situación uno a uno
y sin estímulos distractores no significa que sea capaz de generalizarlo en un
entorno escolar. Otra cuestión diferente es que ese trabajo previo del
profesional externo pueda ser muy valioso de cara a futuras generalizaciones en
dicho entorno.
Todo lo que hemos visto en este
apartado, es fundamental para que el profesorado sea capaz de dar la respuesta
educativa adecuada a este alumnado. La conformación de un “triángulo” en el que
en los vértices estarían las familias, el profesorado y otros profesionales y
en función de en qué contexto se desarrolle, el liderazgo de ese triángulo lo
ocupará unos u otros. Y en el centro, siempre el niño o la niña con autismo,
porque en el fondo, todos queremos lo mejor para ellos.
*Existe
una carencia de conocimientos en su entorno a cerca de la especificidad del
autismo y existe mucha confusión debido a aspectos que son ambiguos (“parece un
niño normal pero se comporta de manera extraña ¿Es que no quiere hacerlo o es
que entiende las cosas de forma diferente?).
Esta cuestión se relaciona
directamente, en mi opinión con la necesidad de divulgar qué, cómo y porqué una
persona con autismo se comporta como se comporta y las peculiaridades del
desarrollo. Después de muchas charlas a profesorado, una de las cuestiones que
más me alegra es cuando se acercan y te agradecen el poder haber comprendido
algunas comportamientos de su alumnado con autismo porque a partir de ahí se
asientan las bases para una mejora en la futura relación.
*Algunas
familias entienden el autismo mejor que otras. Aquellas que no comprenden muy
bien lo que es el trastorno autista y no ven que su hijo también tiene un
retraso mental asociado y se crean expectativas poco realistas sobre evolución.
Es una situación muy difícil la
que aquí nos plantean De Qlerq y Peeters porque no hay nada más difícil, al
menos para mí y creo que para todos los y las profesionales, que intentar
realizar un ajuste entre las expectativas de las familias, si estas son muy
desproporcionadas, y la realidad. Lo que sí tengo muy claro es que ese ajuste
debe hacerse con cariño y de manera progresiva, poniéndose en el lugar de la
familia: tú como padre o madre tienes unas expectativas para el desarrollo de
tu hijo o hija y esas expectativas no se están cumpliendo y eso te puede
provocar angustia, desazón o tristeza. Y también tengo claro que no se puede
minusvalorar la capacidad de superación y de mejora de un niño o niña con
autismo. Es mejor ser muy cauteloso con los “aprioris”. Hoy estamos en este
punto. Venimos de aquel y no sabemos lo que va a pasar mañana. Una de las situaciones
más placenteras es cuando compartes con la familia un “te acuerdas cuando…”.
Cuando no decía nada, cuando se enfadaba constantemente… y ahora ha aprendido a
superar las dificultades que le han surgido, pero no sabemos lo que va a hacer
mañana, porque seguro que surge alguna nueva. Lo que sí está claro es que vosotros,
familia, me tienes a mí, profesional, que voy a dar lo mejor para que él o ella
llegue lo más lejos posible.
Lo que no se puede hacer es
engañar a las familias. Una de las preguntas que más me han hecho como maestro
de AL (y Logopeda de formación) es si mi hijo o mi hija “va a hablar” y siempre
les he respondido lo mismo: “no lo sé”,
depende de su desarrollo evolutivo y de la pericia de nuestra intervención
(familiar, escolar etc.). Lo que sí que es una obligación es hacer todo cuando
esté nuestra mano para lograrlo. Y más allá de que hable, lo importante es
conseguir una vía de comunicación efectiva y funcional.
*A
algunos alumnos se le educa utilizando un método educativo determinado en un
momento del día y después utilizando otros métodos distintos en otros momentos
(por ejemplo terapia educativa durante el día y psicoanalítica por la tarde).
Es una realidad a la que nos
enfrentamos desgraciadamente en ocasiones. Las diferentes perspectivas de los profesionales pueden hacer que el niño
o la niña con autismo tengan modelos educativos con enfoques diferentes a lo
largo de su vida escolar. Pero también es cierto que, en mi experiencia, dentro
de las diferentes ópticas de intervención educativa, todos los y las
profesionales con los que me he encontrado han hecho cesiones si lo anterior
sucede, para conseguir lo mejor para alumnado y se han intentado coordinar para
conseguirlo.
*El
trabajar en equipo puede ocasionar problemas.
Una afirmación que podríamos
aplicar a otros ámbitos más allá del autismo pero sí es cierto que esta
condición genera una necesidad de coordinación altísima entre los profesionales, las
familias y la propia persona y si esta no se produce, entonces surgen
los problemas. En mi opinión hay una cosa clara: el trabajar en equipo no es
una opción, es una obligación.
*No
se les concede tiempo extra para poder desarrollar nuevos programas
individualizados y diferentes actividades.
Una de los aspectos que se
echan de menos cuando se trabaja con alumnado con autismo es el tiempo. En
ocasiones el día a día se encuentra tan repleto de actividad y se generan tanto
desafíos –como por ejemplo puede ser el dar una respuesta adecuada a un sistema
educativo que nunca tuvo en cuenta en su diseño el estilo cognitivo y
perceptivo en el autismo o un currículo inabarcable que dificulta el
aprendizaje de todo el alumnado y que se acentúa en el alumnado con autismo–
que algo tan importante como el tiempo para la reflexión, para llevar a cabo
nuevas actividades o para realizarlas de otra manera casi no existe y el profesorado se encuentra con un ingrediente muy
negativo para la educación de este alumnado: las urgencias.
*Tampoco
disponen de tiempo extra para poder hablar con las familias sobre sus hijos.
Hablamos de un aspecto
fundamental: a lo largo de esta y otras publicaciones me he referido a la
importancia de generar un equipo con las familias pero ¿cómo puede ser posible
realizarlo si por ejemplo el profesorado se ve ahogado por tareas burocráticas
o si las familias no disponen de tiempo por motivos laborales? Quien termina
pagando esta situación es el alumnado.
*Con
tan poco conocimiento y tan pocas ayudas, resulta muy difícil trabajar aquellas
conductas que son problemáticas.
Tengo la suerte de estar en
contacto con mucho profesorado y con alumnado universitario que educa o
educarán a alumnado con autismo y en ocasiones ese es el sentir: demandan ayuda
(en forma de recursos, de mejoras organizativas etc.) y demandan conocimiento
–ya desde la formación universitaria– para poder una respuesta educativa o
clínica adecuada que supere los desafíos a los que se va a enfrentar el
alumnado con autismo en el entorno escolar.
*El
autismo en sí puede resultar demasiado para algunos profesionales y para
algunas familias.
Si los diferentes puntos
anteriores no se solventan o si existen determinadas situaciones personales, al
final, algunos profesionales y algunas familias se sienten desamparados y
terminan cayendo en el desánimo creándose un clima negativo para el futuro
educativo del alumno o alumna con autismo.
Este conjunto de comentarios
son los que suelen reflejar los y las profesionales según Peeters y De Clerq,
incluso los más motivados, aunque se podrían añadir según los autores otro tipo
de dificultades si en los centros nos encontramos con personas que no se
encuentren lo suficientemente motivadas.
A partir de ahí surge una nueva
reflexión que los profesionales y las administraciones deben realizarse.
Cuentan De Clerq y Peeters que quince años antes de la publicación de este texto (el
libro es del año 2005) los profesionales de Bélgica, país de los autores,
elegían si querían trabajar con las personas autistas. En el momento de la publicación del texto (y en
el momento actual en el que vivimos), debido a que existen tantas personas con
esta condición, aparecen nuevos servicios para ellas en diferentes lugares.
Dicen los autores que lo que puede parecer un gran progreso, deja de serlo
cuando existe un conocimiento limitado del “trastorno autista” y cuando los
profesionales a los que se les ha asignado un trabajo no están lo
suficientemente motivados. Dicen Peeters y De Qlerq que “un profesional no debería aceptar un trabajo a pesar del trastorno
autista, sino por el trastorno autista. Para trabajar con niños especiales se
necesitan profesionales que sean especiales”. Estando completamente de
acuerdo con esta afirmación me planteo una pregunta ¿se ponen realmente las
bases para que los profesionales motivados tengan esa especialización?, ¿se les
facilita la tarea? Un ejemplo personal y que seguro que muchos y muchas docentes se verán reflejados: hace unos cuantos años que los centros
escolares no disponen de partidas específicas para las bibliotecas de los
centros lo que redunda en las dificultades para adquirir fondos. Todos y cada
uno de los libros reseñados en este blog (y muchos que aún faltan por reseñar)
los he ido adquieriendo de mi propio bolsillo, sin ningún tipo de ayuda “externa”. ¿La organización para la que trabajo facilita mi desarrollo profesional en el campo? Creo que la respuesta es no, de hecho, la gran mayoría de formaciones que he ido haciendo en relación con el autismo (salvo alguna excepción) han sido al margen de los planes de formación de mi Consejería y pagadas de mi bolsillo. Y curiosamente, gran parte de ellas no las he podido homologar por hacerlas en EE. UU. o por alguna otra cuestión burocrática. Sin embargo, han redundado positivamente, al menos eso creo, en mi desempeño profesional y por tanto, en la calidad educativa que puedo ofrecer a mi alumnado.
Hasta aquí la publicación de
esta semana. Ojalá que las reflexiones de hoy sean los pilares en los que se sustenten las satisfacciones del
mañana.


Un gran trabajo Aitor, le das el enfoque vital a mi humilde entender, recursos por parte de las diferentes administraciones, formación específica del profesorado, vocación, compromiso, coordinación entre todos los agentes que intervienen en la educación de las personas con autismo y sobre todo, comunicación fluida con las familias y compromiso sin bagages por parte de estas, sólo así podrá conformarse el necesario triangulo que mencionas, profesorado, terapeutas, familia y en el centro el o la niña autista.
ResponderEliminarMuchas felicidades por tu entrega y por tu labor.
Un cordial saludo de nuestra parte con nuestro eterno agradecimiento y besos de Xiara.
Un millón de gracias Tino. De corazón. Cada vez que me escribís una familia de mis "chicos y chicas" y me decís que os gustan las publicaciones del blog hacéis que todom la pena. Dale un abrazo a Mayelín y un beso enorme a Xiara. Hace poco que me marché pero ya os echo de menos.
ResponderEliminarNosotros también te extrañamos Aitor, pero te deseamos el mayor de los éxitos en esta nueva etapa, se que te irá bien porque te lo mereces, además de un gran profesional eres un gran ser humano y una bella persona.
EliminarRecibe un fuerte abrazo y nuestra gratitud y admiración además de nuestra incondicional amistad.