Siempre me ha parecido que la
gran enemiga de la persona con autismo es la ansiedad. En publicaciones
anteriores hemos analizado libros (AQUÍ), hemos conocido experiencias en
primera persona (puedes leerlas AQUÍ) y ahora vamos a ver una nueva perspectiva
sobre la misma, la que nos proporcionan desde el Child Mind Institute en la que
el enfoque no está dirigido a las personas con autismo, sino a cualquier niño o
niña y que por lo tanto, nos puede ser útil.
Haciendo un paralelismo con lo
que nos plantea Caroline Miller, autora del artículo que vamos a analizar hoy, pondremos
un ejemplo con una niña de 10 años que se llame Aurora con una pataleta en el
cole. Molesta por un ruido que ha producido un compañero, empuja al niño y le
aprieta en un brazo a lo que su compañero le responde. Cuando el maestro
interviene para poner fin a la situación, Aurora pierde los papeles tira las
libretas y los libros por el aula y sale corriendo por el pasillo. Finalmente
se le lleva a Jefatura de Estudios para intentar calmarla pero en lugar de
conseguirlo le da una patada a la Jefa de Estudios porque intenta escapar de la
situación. En el centro no saben qué hacer: el personal llama al 112 y Aurora
termina en Urgencias.
A primera vista Aurora, parece
una niña con serios problemas de ira. No es la primera vez que ha salido
huyendo fuera de control. Desde la escuela se insiste en que su familia venga a
recogerla y se la lleven a casa en tiempo de comedor todo los días. Pero ¿qué
está ocurriendo realmente?
Cuando
la ansiedad pasa desapercibida
En el articulo, el Dr. Jerry
Bubrick, director del Anxiety & Mood Disorders Center del Child Mind Institute indica que
ese tipo de niños y niñas tras ser evaluados, su nivel de ansiedad social es
muy elevado. No toleran ningún tipo de crítica, inclusive si es constructiva”
(podemos sustituir en el caso del autismo la crítica por la negación, por
ejemplo cuando se les dice que no ante una situación que puede ser incluso
peligrosa para la integridad del niño o niña como asomarse a una ventana). Simplemente
dejan de “funcionar” porque la ansiedad les bloquea. A Aurora le aterran determinados
sonidos, por lo que, cuando un niño los emite, le hacen sentirse abrumada, no
dispone de las habilidades necesarias para enfrentarse a ello y pierde el
control. Es un instinto por defenderse y huir.
La historia de Aurora ilustra
algo que las familias y el profesorado tal vez no se dan cuenta: que a menudo
el mal comportamiento es causado por una ansiedad que ha pasado desapercibida. Un
niño o niña que parece ser agresivo u hostil puede estar actuando así en
respuesta a la ansiedad, ansiedad que, dependiendo de su edad, quizás no sea
capaz de articular eficazmente, o incluso no sea completamente consciente de
que la está sintiendo.
La Dra. Rachel Busman,
psicóloga clínica del Child Mind Institute dice que “especialmente en el caso
de niños y niñas más jóvenes con ansiedad se les puede observar quedándose
inmóviles o aferrándose a sus familias, pero también pueden manifestarla a
través de rabietas y crisis emocionales”.
La
ansiedad puede presentarse enmascarada
Como Caroline Miller plantea, la
ansiedad se presenta en una sorprendente variedad de formas, en parte porque se
basa en una respuesta fisiológica a una amenaza ambiental, una respuesta que
maximiza la capacidad del cuerpo de hacer frente o escapar de un peligro.
Mientras que algunos niños y niñas manifiestan la ansiedad evitando las
situaciones u objetos que les causan miedo, otros experimentan una necesidad
irrefrenable de huir de situaciones embarazosas. Este comportamiento, el cual
puede ser incontrolable, a menudo se confunde con ira y rebeldía.
“La ansiedad es uno de esos
diagnósticos que se puede presentar enmascarada”, explica la Dra. Laura Prager,
directora del Child Psychiatry Emergency Service (Servicio de Emergencias
Psiquiátricas Infantiles) del Hospital General de Massachusetts. “Se puede
presentar de muchas formas. Especialmente en niños o niñas que no encuentran
palabras para expresar sus emociones, o porque nadie les escucha, la ansiedad
se puede manifestar como un trastorno del comportamiento”.
Los síntomas de ansiedad más
comunes que se observan en un niño o niña son dificultades para dormir en su
propio cuarto o estar separado de sus padres, evitar ciertas actividades o inhibiciones
comportamentales. “Cualquiera
podría reconocer esos síntomas”, dice la Dra. Prager,
profesora adjunta de la Escuela de Medicina de Harvard. Pero en otros
casos la ansiedad puede estar oculta.
Prager explica que “Cuando la manifestación
principal son las rabietas, o la mala
conducta en la escuela, o tirarse al suelo en un centro comercial, es difícil
saber lo que eso significa. Pero es frecuente que, cuando un niño o niña así acaba en Urgencias, el diagnóstico puede que sea un trastorno grave de
ansiedad”.
Para demostrar la sorprendente
gama de formas en que los jóvenes pueden expresar la ansiedad, la Dra. Prager
habla de uno de sus casos: un niño que sufría alucinaciones y que, sin embargo, ella pronosticó que el diagnóstico podría encontrarse en algún lugar del
espectro de la ansiedad. “Por ejemplo, puede ser que los niños pequeños que
dicen que oyen o ven cosas estén diciendo o no la verdad. Tal vez no sean las
alucinaciones reales las que ven los pacientes de más edad que sufren de
esquizofrenia, por ejemplo. Pueden ser una representación de su ansiedad y así
la expresa el niño”.
Problemas
en la escuela
No es raro que los niños que
sufren de ansiedad severa que no ha sido diagnosticada “se porten mal” en la
escuela, un lugar donde las demandas y expectativas ejercen una tensión sobre
ellos que les supera. Y puede ser muy confuso para el profesorado y el resto de
miembros del personal “leer” ese comportamiento, el cual parece presentarse de
repente.
La Dra. Nancy Rappaport,
profesora de la Escuela de Medicina de Harvard y especialista en salud mental
en entornos escolares, considera que la ansiedad es una de las causas de mal
comportamiento que hace que sea tan difícil enseñar en un aula. Según ella “el
problema es que cuando los niños y niñas con ansiedad se vuelven disruptivos,
se distancian de las personas adultas que necesitan precisamente para ayudarles
a sentirse seguros. Además, en vez de aprender a controlar su ansiedad, terminan
pasando la mitad del día en la oficina del director”.
Dando
a los niños y niñas herramientas para manejar la ansiedad
Cuando un profesor o profesora
es capaz de entablar una relación con un niño o niña, con el objetivo de
averiguar qué le ocurre en realidad, la causa de su comportamiento, podrá
frecuentemente brindarle las herramientas necesarias para superar la ansiedad y
evitar crisis emocionales. En su
libro, The Behavior Code: A
Practical Guide to Understanding and Teaching the Most Challenging Students, la
Dra. Rappaport
ofrece estrategias que se les
puede enseñar a los niños y niñas para calmarse, desde ejercicios de respiración
hasta técnicas para distraerse.
Esta autora dice que “cuando una profesora entiende la ansiedad
subyacente tras la rebeldía, en lugar de suponer que el niño intenta
deliberadamente hacer que se sienta mal, cambia la forma de abordar la
situación. La profesora puede colaborar con el propio niño y con el terapeuta
escolar para encontrar estrategias para evitar estas situaciones”. Parece
una ardua tarea para el profesorado, y lo es realmente pero también el resolver
las consecuencias de una crisis emocional en un niño o niña.
Cuando
la ansiedad es confundida con TDAH
La ansiedad también provoca
muchos síntomas en el entorno escolar que se pueden confundir fácilmente con el
TDAH o con un comportamiento desafiante.
La Dra. Busman cuenta en
primera persona como ve “casos de niños que tienen dificultades en la escuela:
no prestando atención, levantándose de su silla todo el tiempo, haciendo muchas
preguntas, yendo mucho al baño, invadiendo el espacio personal de otros niños.
Su comportamiento molesta a los otros niños, y resulta frustrante para la
profesora, que se pregunta por qué tiene que contestar tantas preguntas, y por
qué le preocupa lo que hacen los otros niños, si ellos siguen las reglas”.
La gente tiende a dar por
sentado que lo que sucede con este niño o niña es TDAH tipo inatento, pero a menudo se
trata de ansiedad. Los niños y niñas con TOC (trastorno obsesivo-compulsivo),
etiquetados erróneamente como inatentos, en realidad no hacen todas esas
preguntas porque no presten atención, sino porque necesitan que se les diga
muchas veces que todo va bien.
Cómo
identificar la ansiedad
La Dra. Busman añade que “La ansiedad probablemente ocurre más de lo
que pensamos, ya sea ansiedad que parece un problema de conducta o ansiedad
coexistente con problemas de conducta. Se trata del hecho de que los niños son
complicados y los síntomas se pueden encontrar en varias categorías
diagnósticas. Por lo cual necesitamos hacer una evaluación del diagnóstico
realmente completa y detallada”.
En primer lugar, para hacer una
evaluación detallada necesitamos recopilar datos de múltiples fuentes, no sólo
de la familia. “Tratamos de hablar con los profesores y otras personas que
forman parte de la vida del niño”, añade, “porque a veces los niños que vemos
son exactamente iguales en la casa y en la escuela, a veces son como dos niños
distintos”.
Además, necesitamos usar
escalas de calificación que cubran la gama completa de comportamientos, no sólo
el área que parezca más obvia, para que no se nos escape nada.
La Dra. Busman también señala que
una niña que sufre ansiedad severa y que tiene dificultades en la escuela
también puede tener problemas de atención o aprendizaje, pero es posible que necesite intervención en lo relacionado con la
ansiedad antes de poder evaluarla de lo demás. Ella utiliza el ejemplo de una
adolescente con TOC a quien “le va muy mal” en la escuela. “Hace sus rituales
entre tres a cuatro horas al día y continuamente tiene pensamientos
involuntarios no deseados, así que tenemos que tratar eso primero y controlar
la ansiedad antes de empezar a preguntarnos: ¿Cómo está yendo su aprendizaje?”.
Hasta aquí la publicación de
hoy. Cuantas más cosas sepamos sobre la ansiedad es más probable que consigamos
atajar, en mi opinión, la acción de la peor enemiga para los niños y niñas con
autismo los entornos escolares y no escolares.
Bibliografía
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