En ocasiones anteriores hemos
hablado sobre determinados aspectos conceptuales y terminológicos relacionados
con el autismo como por ejemplo el uso de expresiones como “persona autista” o
“persona con autismo” (si quieres leerlo pincha AQUÍ). En esta oportunidad,
vamos a reflexionar sobre las etiquetas relacionadas con el
funcionamiento, a partir de una lectura
muy interesante a cargo de Jessica Flynn –una escritora y poeta autista, tal y
como ella se define– en la interesantísima web “The Mighty” en la que escriben
personas con autismo y a las que siempre es necesario leer (si quieres
consultarla pincha AQUÍ).
El artículo habla de una
situación bastante generalizada cuando alguien dice que conoce a una persona
dentro del espectro del autismo: el hecho de añadir posteriormente muletillas
como “pero es de alto funcionamiento”, “está en el extremo del espectro” etc.,
expresiones que se pueden observar en artículos o incluso en textos de
organizaciones que están destinadas al apoyo de las personas con autismo.
Flynn entiende que ha sido una
terminología común durante mucho tiempo y que no es culpa de las personas que
la hemos usado en algún momento pero
que, en su opinión, es el momento de aprender y cambiar el uso de etiquetas
funcionales. Como dice Jessica “soy autista. En mi diagnóstico no dice que
tenga alto o bajo funcionamiento. Simplemente que soy autista”. Sin embargo,
ella traslada que, constantemente, los médicos, trabajadores de apoyo, familiares
etc. le añaden la etiqueta “alto funcionamiento” como si fuera una especie de
“cumplido”: “es autista pero al menos es de alto funcionamiento” lo cual suele
llevar al error.
Cuando se utiliza el término
“de alto funcionamiento” puede entenderse como una disminución de las
dificultades a las que se enfrenta esa persona con autismo –esta etiqueta
descarta las dificultades a las que se enfrenta la persona con autismo o les
hace sentir que sus discapacidades no son tan desafiantes como a veces sienten
o experimentan– o como una sugerencia de que no encuentra tantas dificultades
como las personas con autismo “de bajo funcionamiento”, lo cual simplemente no es cierto.
Las capacidades de cada persona cambian en función de cada situación, su estado
de ánimo, las horas de descanso que haya tenido etc.
Flynn nos cuenta como estuvo escolarizada en un
centro de Educación Secundaria ordinario en los EEUU y no asistió a ningún tipo
de clase de Educación Especial. Puede comunicarse verbalmente (en la mayoría de
las ocasiones), ha trabajado durante años como cuidadora de personas con
discapacidad y ahora se encuentra en la Universidad. Por lo anterior, puede
parecer que a Jessica le está yendo bien y que no tiene que enfrentarse a
tantos retos como las personas con autismo en el otro lado del espectro, pero
como ella misma comparte, la gente “no ve los momentos en los que yo soy la persona del
otro lado”.
Jessica cuenta algunos de los
problemas comunes a los que se enfrenta por ser autista: tiene colapsos
horribles (dolores de cabeza, gritos, crisis de llanto) que en ocasiones duran
más de una hora. Cuando se siente incómoda y está con gente que no conoce,
pierde la capacidad de hablar y se convierte en “no verbal”. A duras penas
sobrevivió a la Educación Secundaria. No puede conducir debido a su manera de
procesar la información sensorial. Intentó vivir en un apartamento en
solitario, pero pasó la mayoría de las noches con sus padres porque no podía
ir a la Universidad y arreglárselas el resto del día para cocinar,
dormir y estar sola después. Las visitas el médico hacen que llore porque no
soporta las luces y los olores que allí se producen. Raramente va sola a ningún
lugar porque tiene miedo de la gente o de sufrir una crisis. No puede ducharse
y vestirse inmediatamente sino que debe existir un margen temporal de una hora.
No es capaz de recordar tomar sus medicamentos sin ayuda de una persona. Si
aparece una crisis sensorial se autogolpea, grita y se tira del pelo.
En definitiva, como ella
explica “no sería considerada de alto
funcionamiento si la gente me viera. Pero tengo la capacidad (a veces) de
ocultar esos rasgos autistas hasta que estoy sola en casa o con personas en las
que confío”. Así si tiene una crisis sensorial en el trabajo intenta
soportarla hasta que llega a casa. Como ella explica, no se trata de una
cuestión de funcionalidad sino que el hecho de la intimidación que ha experimentado por sentirse diferente le ha hecho acostumbrarse a someterse a una agonía
física para ocultar esos rasgos tanto como puede.
Cuenta más adelante la autora
en su texto que ella ha dado apoyo y ha sido maestra, cuidadora y amiga de
personas con autismo “de bajo funcionamiento”, es decir que pueden llegar a
necesitar atención las 24 horas de los siete días de la semana, no ser
verbales, no puedan ir al baño solas etc. y para Flynn no significa que sean
personas menos “inteligentes, maravillosas o asombrosas”, sino simplemente que
necesitan mayor apoyo y pide a sus lectores y lectoras –y os hago la misma
petición– que hicieran un ejercicio empático de imaginarse cómo se sentirían si
alguien les etiquetara a ellos mismos como persona “de bajo funcionamiento”.
Probablemente aflorarían sentimientos de vergüenza e impotencia por lo que ¿por
qué utilizarlo con un hijo, amiga o alumno con autismo? Como bien dice Jessica
que esas personas no puedan comunicarse verbalmente no significa que no puedan
escuchar nuestras expresiones y comprenderlas.
Una de las claves de la
reflexión es que la etiqueta “bajo funcionamiento” descarta aquellos aspectos o
habilidades en lo que esas personas son buenas. Les extirpa parte de su
humanidad y puede hacer que haya personas menos dispuestas a ayudarlas a alcanzar nuevos logros al pensar que pueden no tener la capacidad para hacerlo (o lo que
comúnmente se conoce como la “profecía autocumplida o efecto Pigmalión).
Alternativas
a las etiquetas asociadas al funcionamiento
Entonces… ¿cuál es la
alternativa? En su opinión –con la que coincido plenamente– es
la sustitución del concepto “funcionamiento” por el de “apoyo”, es decir hablar
de personas “con alta necesidad de apoyo” en vez de “bajo funcionamiento”
–conceptos que ya incorpora afortunadamente el DSM V, uno de sus mayores
aciertos en mi opinión– y yo añadiría la definición clara de en qué contexto
personal, espacial y temporal necesita ese apoyo y en qué intensidad. Bajo mi
punto de vista todas las personas necesitamos apoyo por ejemplo por el paso del
tiempo –cuando nos hacemos ancianas o somos unos bebés–, por encontrarnos en un
país desconocido –en mis últimas vacaciones en diferentes países europeos necesité
apoyo constante y era capaz de comunicarme en inglés, me imagino que esa
necesidad hubiera sido infinitamente mayor en un país de África Central– o por
habernos roto una pierna –¿acaso no necesitaríamos apoyo para ducharnos–. Dicho de
otra manera: todas las personas tenemos discapacidades, todas, la cuestión es el momento, la frecuencia y la intensidad con que éstas aparecen en función del contexto.
Si seguimos esta premisa eliminaremos
juicios negativos asociados a las etiquetas pero permitirá al profesorado,
terapeutas etc. conocer la necesidad de ayuda y en qué intensidad. Si una persona necesita una persona de apoyo 24 horas al día los 7 días de la semana, utiliza
un Sistema Aumentativo de Comunicación y necesita ayuda para la alimentación o
para ir al baño, tiene una gran necesidad de apoyo y no se trata de algo
hiriente hacia las personas sino de determinar qué y cuánto apoyo necesitan
para dar lo mejor de si mismas.
Para Flynn si alguien no
necesita ningún tipo de apoyo y puede vivir de forma independiente tendría unas
necesidades de apoyo bajas o se encontraría sin necesidad de apoyo. Y ella se
encuadra a sí misma en las necesidades de apoyo moderado ya que no necesita una
persona que le auxilie, tiene un trabajo y sigue estudiando pero necesita apoyo
en forma de adaptaciones tanto en el trabajo como sus estudios.
Jessica para finalizar su texto
hace un ejercicio de honestidad indicando que no le avergüenza admitir que
necesita ayuda, realizando una férrea defensa de los apoyos porque son una
forma de accesibilidad, es decir permiten que “un mundo inaccesible sea
accesible” y contribuyen a que un individuo maneje sus discapacidades de la
mejor manera posible. Ella se considera “autista y orgullosa” y nos dice que
deberíamos estar orgullosos de nuestras personas autistas cercanas (amigos,
familiares, alumnado…) por enfrentarse a un mundo que no fue inicialmente diseñado
para ellas y nos hace una recomendación final a la que me sumo: “Bríndales tu apoyo
y no confundas su personalidad con sus habilidades”.
https://themighty.com/2018/07/autism-functioning-labels-low-functioning-high-functioning/
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ResponderEliminarMe parece super interesante, porque el debate de "Asperger"-"alto funcionamiento" sigue latente en la calle y en los centros educativos y es complejo de abordar por las múltiples variables intervinientes . Es importante que cale el concepto de la intensidad de los apoyos y con ello de la planificación centrada en la persona o en la familia, centrándonos así un poquillo más en aspectos contextuales, que nunca está de más...
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