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¿Cuánto cuesta criar a un hijo o hija con autismo? El esfuerzo de las familias dentro y fuera de nuestras fronteras.

En muchas ocasiones, a lo largo de la vida de este blog, he intentado transmitir la importancia de ser empáticos con la situación de las familias de las personas con autismo, ya que viven, en diferentes momentos de la crianza, situaciones desconocidas, estresantes e incluso humillantes por parte de la sociedad que las rodea. En la publicación de hoy vamos a intentar ponernos en su piel tanto fuera como dentro de nuestras fronteras.

 La situación en Canadá

La protagonista de la historia que voy a relatar se llama Kaye Banez y se encontraba de baja de maternidad por su segundo hijo cuando su primogénito recibió el diagnóstico de autismo. Un mes más tarde, debido al cierre del departamento de la universidad en la que trabajaba, se quedó sin empleo.

Para hacernos una idea de los esfuerzo que realizan las familias de niños y niñas con autismo nos basta con analizar los meses siguientes de la vida de Kaye: agotada por el cuidado de su nuevo hijo, los dedicó a llevar a su niño mayor Lázaro, de dos años de edad, a las sesiones para asegurarse de que recibiera una terapia de intervención conductual que diera respuesta a su problema de habla o de selectividad alimentaria. Su marido, agente en un aeropuerto de Vancouver, pasó al turno de noche para poder ayudarla durante el día.

La protagonista, a sus 40 años, no pudo volver a tener un trabajo a tiempo completo otra vez para conseguir que su hijo asistiera a las sesiones de terapia, tan difíciles de conseguir.

Cinco años más tarde, la familia Banez gastaba más de 6000 dólares al año en una variedad de terapias así como también en clases especializadas de natación y música. Aunque Lázaro se comunica de manera más efectiva, come una variedad de comidas y toca el piano, la Sra. Banez ha tenido que hacer malabarismos con varios trabajos de tiempo parcial para pagar las terapias, trabajos que le dan flexibilidad para poder llevar a Lázaro a las sesiones.

Cuando el niño cumplió 6 años en 2018, los  22,000 dólares al año que estaba recibiendo de la administración se redujeron a 6.000, ya que, los otros 16.000, se reedirigieron a la escuela a la que asiste el niño tal y como rige la normativa en el área de British Columbia respecto a las subvenciones destinadas a las personas autismo.

La realidad es que esta situación lleva a las familias a reducir las horas de terapia o a pagarlas de su bolsillo. Banez expresaba que se sentían "estresados y frustrados constantemente por no poder brindarle a nuestro hijo más acceso a terapias y actividades que lo ayuden a aprender, crecer y ponerse al día con sus compañeros. Es difícil no enfadarse".

Historias como la de la familia Banez se viven en todo Canadá (y yo añadiría en todo el mundo) mientras las familias de niños y niñas en el espectro del autismo lidian con un mosaico de fondos provinciales y estatales que varía ampliamente de una provincia a otra (y de un país  a otro). El sistema de Ontario se encuentra actualmente en una revisión que está siendo controvertida. Lo habitual es que muchos niños y niñas estén en listas de espera multianuales para obtener fondos provinciales, lo que significa que los padres y madres, desesperados, deben pagar por las intervenciones privadas. Y los costes a pagar por servicios relacionados con el autismo son elevados.

De acuerdo con la Asociación de Ontario para el Análisis del Comportamiento, los costes anuales de apoyo pueden variar desde alrededor de  26.000 a  130.000 dólares por persona. Muchas familias recortan las terapias que sus hijos necesitan, incluso aunque la investigación avale la importancia de la atención temprana y su efectividad fundamentalmente antes de los 5 años.

Otras hacen enormes sacrificios financieros, como abandonar sus trabajos, recuperar sus planes de pensiones o vender sus casas.

Ron Malis, un asesor financiero con sede en Toronto que tiene varios clientes con niños y niñas con esta condición de desarrollo, plantea que muchas familias luchan con los costes de financiar el tratamiento. Algunos renuncian a sus trabajos o dejan de contribuir a los planes de ahorro para la jubilación. "Tengo familias que venden sus casas y se mudan a alquileres", dice.

Un ejemplo, es el de la propia familia Banez, dueños de una casa adosada, que vendieron dos condominios que habían adquirido como propiedades de inversión. Ella trabaja a tiempo parcial ahora y la familia está tratando de volver a conseguir su nivel de ahorro. "Tenemos una deuda significativa y nos pesa".

El coste de la atención específica a Lázaro es alto. La familia Banez paga  300 dólares al mes por tres horas a la semana de sesiones de intervención. Un analista comportamental le cobra a la familia 120 dólares al mes por la intervención relacionada con la selectividad alimentaria. Luego están las reuniones del equipo de terapia y las reuniones escolares que suman 2.000 dólares al año, así como también su matrícula escolar privada. Las clases de natación (8 semanales) con Canucks Autism Network suman 40 dólares y las clases de piano suponen 110 dólares al mes.

"Solíamos vivir muy cómodamente, irnos de vacaciones", expresa Kaye. El desgaste psicológico es enorme. "En una buena noche, generalmente duermo de tres a cuatro horas".

Janet McLaughlin, profesora asociada de estudios sobre la salud en la Universidad Wilfrid Laurier de Ontario, encuestó a 654 familias en 2018 sobre el impacto financiero que puede tener un diagnóstico de autismo. Encontró que el 45 por ciento de las madres encuestadas trabajaba menos de lo deseado, degradando sus carreras, mientras que el 21 por ciento de los padres informaron de la misma situación.

"Las familias toman medidas extremas para apoyar a sus hijos mientras están en listas de espera", dice esta investigadora. "No quieren negar a sus hijos la terapia de intervención temprana".

Amanda Mooyer se encuentra luchando con este problema. A su hijo mayor, Izak, de 4 años de edad, se le diagnosticó autismo de nivel 2, que requiere un apoyo intensivo, en su tercer cumpleaños. A fines de abril de este año, también diagnosticaron a su hijo menor, Finn, de 2 años. Izak ha estado esperando recibir fondos bajo el Programa de Autismo de Ontario, lo que significa que la familia Mooyer ha tenido que pagar la mayoría de las intervenciones de su bolsillo suponiendoles 10,000 dólares al año. Finn está ahora en una lista de espera de más de 18 meses para recibir subvenciones. Siguiendo el programa actual, una vez que los niños o niñas se incluyen en el mismo, reciben 20.000 dólares hasta que cumplen los 6 años, pero no existen pagos retroactivos para lo que se haya pagado antes de su inclusión.

La familia Mooyer decidió mudarse y alquilar una casa en Keswick, Ontario, hace dos años, para que la madre de la Sra. Mooyer pudiera ayudar con el cuidado de Izak, pero  la abuela enfermó y murió. La familia inscribió a Izak en una terapia ABA durante 3,5 horas a la semana a  45 dólares la hora pagándolos de su bolsillo. Algunos servicios Logopedia para Izak estaban cubiertos por los servicios de atención temprana, dentro de un programa provincial.

Los expertos de este enfoque de intervención recomiendan 25 horas a la semana de esta terapia (aunque es  un dato controvertido para profesionales de otros enfoques entre los que me encuentro) para obtener el máximo beneficio, pero la Sra. Mooyer no puede permitirse esos números. Si bien un miembro de su familia pagó los dos primeros meses de intervención, ahora la señora Mooyer ha tenido que llevar a Izak a una guardería dos días a la semana por 160 dólares al mes. También tiene que pagar por sus ayudas sensoriales, como mantas pesadas, columpios sensoriales y juguetes para evitar el bruxismo o rechinar de dientes y se está planteando llevar al niño a un campamento  de verano con Logopedia entre sus servicios.

Aunque su esposo tiene un salario de más de 100,000 dólares al año la Sra. Mooyer, de 30 años, comenzó en un trabajo de media jornada para contribuir familiarmente a llegar a fin de mes,  al que finalmente tuvo que renunciar. Antes de tener a sus hijos e hijas, trabajó a tiempo completo en el Consulado de los Estados Unidos en Toronto. En la actualidad está intentando terminar los cursos universitarios necesarios para titularse como Interprete de Lengua de Signos Americana. "[A mi esposo] le pagan bien, pero todavía estamos luchando", dice ella.

Están preocupados por lo que harán cuando Izak cumpla 6 años y las ayudas se reduzcan a 5.000 dólares al año. Finn también requerirá terapia intensiva y la Sra. Mooyer sabe que cuanto antes las reciba, mejor. "Estamos viviendo día a día", dice Mooyer. "Mi esposo es mi pilar, nos sostenemos mutuamente".

Desafortunadamente, para la mayoría de las familias con niños y niñas con autismo con necesidad de apoyo moderado a severo, la carga financiera no disminuye, dice la Sra. McLaughlin. Un estudio reciente realizado por Autism Canada encontró que el 60 por ciento de los costes médicos asociados con el autismo se acumulan después de los 21 años. "Esta situación nunca desaparece", dice ella.


¿Y qué está sucediendo en España?

Tras la lectura de la noticia anterior, al poco tiempo me llegaba, a través de las redes sociales una información de una familia de Badajoz bajo el titular «Otros padres deben saber que mi hijo tendrá logopeda por sentencia» y en la que se recoge cómo un juez ha reconocido que a un niño con autismo tiene derecho a ayudas para la intervención logopédica, además de la intervención de la maestra de audición y lenguaje de su centro.

El papá y la mamá de Elías, de siete años y 46 por ciento de discapacidad, han ganado un pleito a la Consejería de Salud extremeña en una sentencia que no cabe recurso: al niño le corresponde el servicio de Logopedia que la Junta le había negado y aprovechan para alertar de que no todas las familias disponen de los 2.500 euros que les ha costado a ellos el procedimiento judicial.

Y por ello ¿a qué recurre la familia? A la prensa para lanzar un mensaje a todos aquellos que se encuentran en su misma situación: el juez les ha dado la razón. A su hijo le corresponde la terapia de Logopedia por sentencia -desde el Colegio de Logopedas de Extremadura advierten de que conocen al menos otras cinco sentencias en el mismo sentido-.

El caso de Elías se remonta a octubre de 2017. Entonces, la Asociación de Padres de Personas con Autismo, Apnaba recomienda que el menor reciba intervención logopédica y psicomotriz y por ello, la familia solicita esos servicios a los dos días.

Tres meses después, el servicio correspondiente de la administración extremeña aumenta el grado de discapacidad reconocida para el niño que pasa del 33% al 46%.

Y ahí se establece el quid de la cuestión: una semana más tarde, se le reconoce el servicio de habilitación funcional, pero le niega el de logopedia porque ese servicio debe estar cubierto a través del ámbito educativo.

La familia presenta un recurso ya que en el ámbito escolar la atención la presta una maestra de audición y lenguaje y no una logopeda, que es lo que la familia solicita fuera de la escuela en Apnaba. La respuesta llega en abril y es negativa por lo que la familia acude al juzgado.

El juez tras valorar los informes aportados durante el procedimiento establece que “es claro el déficit que presenta el menor en el ámbito de la comunicación y lenguaje” y despeja la duda en cuanto si es suficiente con la maestra de audición y lenguaje que atiende al pequeño en el aula TEA de su colegio o si necesita también un logopeda. Para ello, además de los informes de otros especialistas tiene en cuenta la opinión de la maestra de Audición y Lenguaje que le atiende en su centro. Ésta declara que entiende “necesario un refuerzo específico del lenguaje fuera del entorno escolar, ya que es el área más afectada que tiene”.

La conclusión de esta historia es que el juez estima íntegramente el recurso de la familia, anula las resoluciones de la administración extremeña  por ser contrarias a derecho e impone las costas a la administración.

El resultado final es que el niño perdió un año y medio de intervención logopédica (en un momento crucial de su desarrollo: Elías pronuncia apenas veinte palabras y su lenguaje es poco inteligible). Como dice Beatriz Bardón, logopeda y maestra de Audición y Lenguaje en una noticia anexa, Es normal que den la razón a estos padres porque la atención que proporciona uno y otro profesional es distinta. Y es verdad que la Junta intenta ahorrar en becas y si los padres no reclaman pues eso que se ahorran”.

Hasta aquí la publicación de hoy en la que se reflexiona sobre el paralelismo entre la situación de nuestro país y de otro como Canadá, con un mismo resultado: familias desesperadas y lo que es peor, niños y niñas que se merecen otra manera de hacer las cosas ya que su desarrollo, su felicidad y, al fin y al cabo, su vida es la que está en juego.


Bibliografía



https://www.hoy.es/badajoz/atencion-logopedas-maestros-20190714001149-ntvo.html

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