Tengo un alumno o alumna con autismo en clase: tres reglas de oro fundamentales que no debes olvidar
Comienza el curso y de nuevo se
pone en marcha el blog con una publicación dirigida a aquel profesorado que por
primera vez se enfrenta a la realidad de educar al alumnado con autismo. Y para
ello nos vamos a inspirar en una persona que merece la pena seguir su
trayectoria.
El Dr. Luke Beardon es miembro del
“Autism Centre at Sheffield Hallam University” y autor del podcast “Pedagogy”. Este profesional con más de 20 años de experiencia en la intervención y la consultoría en lo relacionado con el autismo y el
síndrome de Asperger planteó, en una de sus publicaciones, una serie de
recomendaciones muy interesantes para apoyar en su desarrollo al alumnado con
autismo sobre las cuales vamos a
reflexionar hoy.
Una de las cosas que más me
gustó cuando leí sus planteamientos es su enfoque con el que me sentí
identificado. La primera reflexión que Beardon pone encima de la mesa que “ser
autista no es necesariamente incapacitante” sino que se trata de una
desventaja. Ahora bien ¿esa desventaja es el resultado de ser autista o el
resultado de estar en un determinado entorno?
En opinión del Dr. Beardon está
seguro de que es lo último y explica por qué cree que los niños y niñas
autistas experimentan conductas desafiantes en la escuela.
"Ser
maestro y tener ese nivel de expectativa de relacionarse con la comunidad
autista sin unos niveles realmente buenos de apoyo sólido es enormemente injusto
para el maestro, el niño y la familia", explica Beardon. "Pero no hay duda de que estamos
fallando a estos niños". Dicho de otra manera, el profesorado, sin un
nivel adecuado de apoyo, fracasará en su labor educativa con el alumnado con
autismo, lo cual se traducirá en frustración y en una interrelación negativa
con este alumnado y con su familia. En mi experiencia, he visto a fantásticas
profesionales, superadas en muchas
situaciones por falta de apoyo general y especializado a pesar de sus esfuerzos
ímprobos por conseguir lo mejor para su alumnado con autismo. ¿En qué se
traduce esta situación? En un mensaje muy peligroso: no solamente el maestro o
maestra siente que no puede sino que aquel sector del profesorado que no
muestra esa misma actitud positiva por escolarizar al alumnado con autismo (en
los colectivos siempre hay todo tipo de opciones) se ve reforzado en sus
teorías. ¿Y por qué se produce en gran parte de las situaciones esta realidad?
Por falta de recursos o por un mal aprovechamiento de los mismos por parte de algunas
(que no todas) las administraciones.
No
existe una única respuesta educativa
Volviendo a las opiniones de
Beardon, otra cuestión preocupante en las escuelas es la idea extendida y
errónea de que “hay una forma establecida
de apoyar a los jóvenes autistas”.
Beardon expone como va a
algunas escuelas en las que le dicen que ya saben cómo deben apoyar
educativamente a un niño con autismo porque ya tuvieron el año pasado a Jane
que también era autista. “En ese momento
diría que eso demuestra que no sabes de qué estás hablando. Están asumiendo que
lo que funciona para Jane funcionará para Johnny”.
Beardon lo expone con claridad:
No existe algo que funcione para todas las personas autistas. “Se trata de comprender que la persona es
autista, comprender que esto significa que la mayoría de las formas estándar de
enseñanza pueden no ser efectivas y luego tratar de adaptar esas formas de
enseñanza a una necesidad autista individual".
Experiencias
ocultas y desagradables
Otra cuestión a la que el que el sistema educativo no es capaz de dar
una respuesta plenamente satisfactoria, según Beardon, es a la identificación
del autismo en sus escolares. Según su experiencia “Hay algunos niños autistas que adoptan conductas de enmascaramiento
para sobrevivir durante el día, pero esa respuesta no disipa la ansiedad
subyacente que viven en la escuela. Entonces, lo que está sucediendo en su
interior puede ser muy diferente de lo que ve el maestro, pudiendo irse a casa
y destrozarla ya que su ansiedad ha alcanzado un nivel al que simplemente no se
puede enfrentar ", dice el Dr. Beardon.
En muchas ocasiones lo que
sucede desde una óptica educativa (y es
comprensible para Beardon) es que se asume que, como la problemática se desarrolla
en el hogar, allí debe ser donde se origina y soluciona el problema, cuando lo
que realmente sucede es que el niño o la niña va acumulando ansiedad durante su
día escolar y es en casa, donde se siente la comodidad suficiente como para
mostrarla. Este es un ejemplo más de cómo en mi opinión, la comunicación y
coordinación familia-escuela es imprescindible. Como dice Beardon “sé que a muchos padres les resulta muy
difícil comunicar a las escuelas lo que sucede en el hogar, especialmente si el
comportamiento no ocurre en la escuela. Pero hay que creer a los padres: no
inventan estas cosas".
Apoyar
al alumnado con autismo
En cuanto a cómo apoyar al
alumnado autista para Beardon hay procesos prácticos que las escuelas pueden llevar
a cabo y que aseguran la satisfacción de las necesidades del niño o niña
autista, y los agrupa como tres reglas de oro. Vamos con ellas.
1.
El autismo más el entorno es igual al resultado. Ese
resultado puede ser positivo o negativo, pero la persona autista sigue siendo
la misma. Es el entorno el que conduce al resultado. Entonces, si deseamos un
resultado exitoso y somos conscientes que la persona autista no puede cambiar
su cerebro, entonces lo único que puede cambiar es el entorno. Y eso a menudo,
pero no siempre, implica a las personas dentro de ese entorno.
Cuando doy charlas a otro
profesorado sobre autismo siempre pongo un ejemplo: si habitualmente en un aula
una niña trabaja adecuadamente y en otra aula una niña se desregula lo que
cambian son las condiciones del aula (organización y estructuración, personas,
características físicas del aula etc.), la niña sigue siendo la misma.
2. A mayor éxito con un estilo de enseñanza aprendizaje “normotípico”,
menores oportunidades para el alumnado autista. Si vas a poner en marcha metodologías
o maneras de involucrar en tu aula a una persona autista que son las mismas que
utilizarías para el resto del alumnado normotípico –la manera de hablar y
comunicar, de enseñar…-, se cumplirá esta regla. En resumen, las formas
puramente tradicionales no suelen funcionar.
Esta segunda regla, nos invita
a reflexionar sobre nuestra práctica docente y sobre una cuestión en la que
suelo poner mucho énfasis: la clave está en poner en el centro al alumnado con
autismo en el diseño de la práctica de aula y construir para que todo el
alumnado participe y no viceversa porque el resultado final será negativo para
el conjunto del aula.
3. Lo que das debe estar en equilibrio con lo que recibes. No tiene
sentido emplear horas haciendo que un niño autista desarrolle una habilidad que
no utilizará a largo plazo. Por ejemplo: el profesorado y la familia puede
pasar horas haciendo que un niño con autismo escriba a mano, ¿por qué y para qué? Permíteles utilizar un teclado.
Si una familia tiene una hija para la que el agarre del lápiz es realmente
difícil, facilítale un ordenador. En resumen elige las
batallas que en las que quieres luchar y las energías que puedes emplear.
La
clave es la flexibilidad
Por último, el Dr. Beardon en
su podcast también plantea una reflexión sobre el comportamiento y los ajustes
razonables.
“En
muchas escuelas secundarias convencionales, solo con un poco de comprensión se
puede marcar una gran diferencia. No tiene que ser un esfuerzo costoso ni ser
importante, pero puede marcar una gran diferencia para un niño autista. Estoy radicalmente
a favor de cualquier cosa que pueda mejorar la vida de un niño autista en la
escuela. Soy un gran admirador de los tiempos de transición escalonados, ya que
el hall de entrada puede ser una pesadilla o deshacerse del timbre de la escuela
puede ser realmente útil. Si hay cosas que podemos hacer que probablemente sean
más efectivas para los niños autistas y que no van a hacer daño a nadie más,
entonces vamos a hacerlo".
Beardon pone el énfasis flexibilizar
reglas para que, por ejemplo, un niño puede quitarse los zapatos para evitar
las dificultades sensoriales. Y defiende que la idea de que por permitir tales
excepciones se provocará una pérdida de las “normas” del aula o del centro es
totalmente infundada.
Hasta aquí la publicación de
hoy que espero que sea útil para afrontar el inicio de clase, sobre todo a
aquel profesorado que, por primera vez, se enfrenta al maravilloso reto de la
presencia de alumnado autista en su aula.
Bibliografía
Muy bien explicado y documentada la entrada Aitor, seria bueno que todo docente e incluso los colegios que acepten en sus aulas un niño con autismo adoptaran esta misma filosofía, es necesario efectuar cambios y hay que hacerlo con valentía en la seguridad de que los mismos serán beneficiosos, no solo para el alumno con autismo, también para todos los demás en la mayoría de los casos, actualmente se van notando tímidos intentos entre algunos profesionales de la enseñanza, pero siendo realistas falta mucho por hacer, la adecuación de los espacios, del currículo y la falta de apoyos y medios en general, hace difícil por no decir poco menos que imposible una correcta adaptación del niño autista y muy complicada su inclusión plena.
ResponderEliminarEspero y deseo que te encuentres bien así como tu familia en estos difíciles momentos que nos toca vivir, cuídate mucho.
un abrazo.