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La comunicación social y los déficits pragmáticos en el espectro del autismo


Si existe un campo en relación con el autismo que me apasiona por mi formación es aquel que comprende todo lo relacionado con la comunicación y el lenguaje. En la propuesta de hoy vamos a realizar un análisis sobre aspectos relacionados con el ámbito de la comunicación social y el lenguaje tomando como guía algunas publicaciones de la web Spectrum que podéis consultar en la bibliografía.

Las dificultades en la comunicación siempre se han considerado una característica fundamental del autismo. De hecho,  los dos grandes manuales diagnósticos más importantes en la actualidad (el DSMV de la Asociación Americana de Psiquiatría y el CIE 11 de la Organización mundial de la Salud) recogen como una de las dos grandes dimensiones del neurodesarrollo alteradas que definen al autismo la relacionada con la comunicación social.

Sin embargo, existen diferencias sustanciales y amplias en la forma en que personas con autismo se comunican. Esta cuestión refleja no solo la variabilidad inherente de la condición, sino también la complejidad de la comunicación en sí misma, que abarca las palabras que usamos, el orden en que las usamos, el contacto visual, las expresiones faciales, los gestos y otras señales no verbales.

Los desafíos en cualquiera de estas áreas pueden contribuir a las dificultades sociales de las personas dentro del espectro.

La comunicación social ¿un concepto redundante?

La comunicación social puede parecer un término redundante. La comunicación es inherentemente social: requiere la capacidad de compartir, de manera adecuada, lo que siente o quiere decir, y también para comprender y responder a lo que otros sienten o dicen. En las personas neurotípicas, los trastornos de la comunicación pueden incluir problemas con el lenguaje, pero no en la interacción social. Sin embargo, las personas con autismo se encuentran con grandes dificultades cuando se tienen que enfrentar a los contextos sociales. Los expertos usan la frase 'comunicación social' para enfatizar ese hecho.

¿Desde qué momento estas dificultades de comunicación social se consideraron como parte del autismo?

Ya en el seminal artículo sobre el autismo de Leo Kanner en 1943 aparecían descripciones de los niños que había observado en las que se incluían muchos problemas con la comunicación social. Se dio cuenta, por ejemplo, de la falta de contacto visual o de respuesta a preguntas, y de una tendencia hacia una conversación obsesiva. Desde entonces, las deficiencias en el lenguaje y la comunicación siempre han sido parte del concepto de autismo, pero no siempre un criterio separado para el diagnóstico.

A medida que los equipos de investigación han aprendido más sobre cómo se desarrolla el lenguaje en las personas con autismo, las perspectivas han cambiado, más de una vez, sobre si considerar el lenguaje y la interacción social como problemas separados o conjuntos. Durante muchas décadas, la atención se centró en personas con autismo y gran necesidad de apoyo, que pueden utilizar pocas palabras, rara vez inician interacciones y apenas responden. En consecuencia, un diagnóstico de autismo requería un marcado deterioro en las habilidades de conversación. Pero los equipos de investigación comenzaron a reconocer que las personas con autismo pueden tener también importantes habilidades verbales. Inicialmente, esas personas tampoco parecían tener ningún problema de comunicación social, pero en la última década se ha demostrado que a menudo se muestran "torpes" en su forma de comunicación y cometen más errores de lenguaje que sus iguales típicos. En resumen, una parte importante de las personas con condición de espectro autista puede hablar con fluidez, pero no lo hacen de una manera típica.

David Skuse y William Mandy, profesores de la Universidad de Londres cuentan el ejemplo de Michael, un niño brillante de 11 años cuyo vocabulario era inusualmente rico y que podía sostener una conversación; fue comunicativo y receptivo durante toda su evaluación, respondió a las preguntas que se le hicieron y compartió una amplia información sobre sus intereses durante la evaluación que le realizaron. Por otro lado, si le escuchabas atentamente, te dabas cuenta de que siempre trató de centrar la conversación en un tema en particular (un juego de ordenador llamado 'Warhammer'). Parecía que era casi imposible pasar a nuevos temas.

El lenguaje de Michael estaba salpicado de frases que sonaban demasiado grandilocuentes. Estas frases se repetían regularmente a lo largo de la entrevista, y las pronunciaba cada vez con una entonación similar. Cuando tuvo que responder a preguntas directas, simplemente proporcionó una respuesta objetiva, sin más detalles ni preguntas a cambio. Su entonación también era inusual, como si no tuviera una idea de qué palabras en una oración enfatizar y cómo variar adecuadamente la prosodia (o el ritmo) de su discurso. Algo diferente había en el lenguaje y la comunicación de Michael.

¿Cuáles son las dificultades en la comunicación social más frecuentes en el  autismo?

Se ha demostrado que las personas en el espectro se enfrentan a desafíos con una variedad de habilidades verbales y no verbales, incluida la gramática, el uso correcto de los pronombres y la respuesta cuando se les habla. Las diferencias en algunos aspectos no verbales de la comunicación, como las expresiones faciales y el ritmo del habla, pueden explicar lo que otros perciben como una "torpeza" en las personas con autismo en este ámbito. Al igual que con tantas características del autismo, hay una gran variabilidad de una persona a otra. Aún así, destacan las dificultades con dos aspectos de la comunicación: la pragmática y la prosodia.

¿Qué son la pragmática y la prosodia?

La pragmática es el uso apropiado del lenguaje en situaciones sociales. Los ejemplos incluyen habilidades como pedir, rechazar, conversar y mantener el hilo de la conversación o usar turnos, hacer preguntas apropiadas, emplear pautas contextuales adecuadas (por ejemplo el uso de un tono y un volumen de voz adecuado para el entorno en el que nos encontramos como una voz más tranquila en el aula que en el patio de recreo) y adaptar el lenguaje para ajustarse a la ocasión (como reconocer una jerarquía social). Muchas intervenciones educativas y terapéuticas relacionadas con el autismo incorporan formación explícita en estas habilidades (seguro que los y las Logopedas y el profesorado de AL que está leyendo esto lo han puesto en práctica miles de veces).

La prosodia es el “ritmo del habla” y abarca aspectos de la comunicación tanto verbal como no verbal. Incluida en las palabras habladas y en las pausas intermedias, la prosodia tiene múltiples funciones. Por un lado, transmite información pragmática. Un tono ascendente, por ejemplo, indica una pregunta. La prosodia también proporciona información emocional. La pregunta “¿Qué quieres decir?” puede ser positivo, negativo o neutro dependiendo de cómo lo digamos y información a un oyente de la diferencia.

Las dificultades prosódicas pueden variar. Algunas personas con autismo hablan en un tono monótono, mientras que otras exageran los tonos graves y agudos de manera tan exagerada que los oyentes encuentran que su discurso no es natural.

Una mirada más profunda sobre la pragmática

Para David Skuse y William Mandy, los equipos de investigación que interactúan con personas que tienen el síndrome de Asperger no pueden haber dejado de notar que su lenguaje expresivo y receptivo se encuentra, en la mayoría de los caso lejos de ser típico. Muchas personas con excelentes habilidades verbales formales y altos cocientes de inteligencia verbal luchan por establecer un contexto para el tema de una conversación.

Abusan de las figuras lingüísticas; carecen de la capacidad de discutir temas con coherencia, por lo que sus conversaciones tienden a ir en direcciones inesperadas; hacen interpretaciones demasiado literales de las expresiones idiomáticas y, especialmente en aquellas personas que también tienen un trastorno por déficit de atención e hiperactividad, luchan por iniciar o mantener conversaciones.

Por ello, estos autores sugieren que el hecho de no proporcionar criterios de diagnóstico basados ​​en las dificultades sutiles del lenguaje asociadas con el síndrome de Asperger o el “autismo de alto funcionamiento” (respetando su uso del término con toda la cautela) refleja una creencia errónea de que la capacidad de comunicación verbal está totalmente presente o totalmente ausente. No se ha tenido en cuenta adecuadamente, en términos de definición, las habilidades sutiles del lenguaje, es decir, la pragmática del uso del lenguaje.

¿Cuál es la importancia de la pragmática en el lenguaje y la comunicación de las personas con autismo?

La literatura científica sobre el autismo ha abordado con poca frecuencia el valor de estudiar cómo las personas en el espectro utilizan el lenguaje para la comunicación social, a veces conocido como el aspecto pragmático del desarrollo del habla.
En los últimos 20 años, ha habido muchos cambios en nuestra comprensión de cómo se desarrolla el lenguaje entre las personas en el espectro del autismo. Las principales diferencias de opinión son evidentes en la evolución de los criterios diagnósticos del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales III (DSM-III) al DSM-IV, DSM-IV-TR y el DSM-5.

Con la publicación del DSM-5, se produjo un cambio importante en la definición de los trastornos (condiciones) del espectro autista. Es importante destacar que, según las directrices propuestas por el DSM-5, se ha abandonado la premisa de que la mayoría de las personas con autismo no pueden hablar, o tienen un lenguaje tan deficitario que no pueden mantener una conversación.

Ni el DSM-III ni el DSM-IV tenían mucho que decir sobre el lenguaje en los trastornos del espectro autista. Su definición reflejaba una creencia desde hace mucho tiempo de que el lenguaje generalmente retrasaba mucho su aparición y se veía seriamente afectado en las personas con esta condición de desarrollo. Los criterios del DSM-IV describían que, "En individuos con un lenguaje adecuado, [hay] un marcado deterioro en la capacidad de iniciar o mantener una conversación con otros".

Esto claramente implica que para cumplir con los criterios para  obtener un diagnóstico de autismo, la persona no sería capaz de mantener nada que se parezca a una conversación normal. Si el lenguaje se desarrollaba, se supone que se caracterizaba por fenómenos como la ecolalia o las vocalizaciones repetidas, la inversión pronominal, las expresiones estereotipadas y la falta de uso metafórico.

Estos criterios se justificaban por un lado en la creencia aceptada de que la mayoría de las personas en el espectro del autismo tenían una discapacidad intelectual de moderada a grave, y por otro, en el fracaso generalizado en reconocer los síntomas típicos del autismo entre personas con inteligencia de rango normal. A su vez, este sesgo confirmó el prejuicio común de que el retraso o trastorno grave del lenguaje es un correlato común del espectro autista.

Con el tiempo, los investigadores e investigadoras comenzaron a reconocer que hay muchos ejemplos de personas con autismo con un lenguaje fluido, a veces excepcionalmente. Estas personas no tienen ningún retraso en el inicio de sus habilidades lingüísticas; de hecho, el inicio es a veces precoz. Como la definición de autismo parece excluir a los individuos con un buen lenguaje formal, el término “Trastorno de Asperger” se introdujo en el DSM-IV (bajo la rúbrica de trastornos generalizados del desarrollo). Sin embargo, era sorprendente que esta nueva definición del Síndrome de Asperger no mencionara ni una sola anomalía en el lenguaje.

En consecuencia, en las definiciones de 'Trastorno autista' y 'Trastorno de Asperger', el DSM-IV logró la paradójica “hazaña” de subestimar y sobreestimar simultáneamente las capacidades lingüísticas de las personas en el espectro del autismo.

Subestimó sus habilidades al suponer que la mayoría de las personas con autismo no pueden hablar, o al menos pueden hablar solo de una manera muy disfuncional y sobreestimó sus habilidades de lenguaje al suponer que la comunicación verbal de las personas con lenguaje fluido sería esencialmente normal y funcionalmente apropiada.

Al definir el síndrome de Asperger, el DSM-IV no observó específicamente que los niños con autismo a menudo tienen algunas, pero no todas, las capacidades requeridas para una comunicación social exitosa. En concreto, habitualmente tienen problemas significativos de lenguaje pragmático.

Lo que rara vez se comenta es que hubo un cambio significativo en la definición del síndrome de Asperger cuando se revisó el DSM-IV en 2000. La edición revisada, el DSM-IV-TR, también implicaba que el autismo está asociado con problemas graves de lenguaje, pero reconoció la presencia de dificultades del lenguaje pragmático en el síndrome de Asperger.

Específicamente, el DSM-IV-TR aclaró que, aunque el síndrome de Asperger no está acompañado por un retraso en el lenguaje, “el lenguaje subsiguiente puede ser inusual en términos de la preocupación del individuo por ciertos temas y su verbosidad”. "Las dificultades en la comunicación pueden resultar de la disfunción social y el fallo en apreciar y utilizar las reglas convencionales de conversación, el fallo en apreciar las señales no verbales y las capacidades limitadas para el autocontrol".

Y así, en la transición del DSM-IV al DSM-IV-TR, fuimos testigos de una revolución silenciosa, un reconocimiento de que cuando el lenguaje está presente en individuos en el espectro del autismo, puede ser atípico en lo sutil (pragmática) pero con un impacto importante. Aún así, esta revelación se ocultó discretamente en el texto del DSM-IV-TR, y no estaba en los criterios de diagnóstico para el síndrome de Asperger.

¿Pueden existir dificultades con la comunicación social fuera del autismo?

En 2013, el "Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales" (DSM-5) incorporó a su lista un nuevo diagnóstico: el trastorno de la comunicación social (SCD). Esta condición comparte muchos de los rasgos comunes entre las personas con autismo, como la dificultad para responder a otras personas, usar gestos, mantenerse en el tema y hacer y mantener amigos. Pero los individuos diagnosticados con SCD no muestran comportamientos repetitivos o intereses restringidos. Sin embargo, no todos los investigadores están de acuerdo en que la SCD debe ser un diagnóstico aparte: argumentan que no hay pruebas suficientes de que la SCD sea una condición válida y confiable distinta del autismo.

¿Y qué más nos dice este manual? Según Skuse y Mandy la estipulación de que existe un "retraso o falta total del desarrollo del lenguaje hablado" se ha eliminado de los criterios de diagnóstico básicos.

Los criterios del DSM-5 nos aconsejan prestar mayor atención a la calidad del lenguaje. La conversación puede ser sostenida, pero hay un "fracaso de la conversación normal de ida y vuelta a través de un intercambio reducido de intereses" y una "interacción verbal y no verbal pobremente integrada".
Un cambio al que se le ha dado poca relevancia pero que es profundamente importante respecto a los criterios diagnósticos del DSM-IV-TR se refiere a los elementos de lenguaje pragmático. Estos se han trasladado del dominio de la "comunicación" al de patrones de conducta restringidos y repetitivos. Incluyen al lenguaje estereotipado o repetitivo, las frases idiosincrásicas, los patrones ritualizados de conducta verbal y las preguntas repetitivas. El cambio permite diagnosticar a personas que previamente no hubieran cumplido con ningún criterio dentro del dominio del DSM-IV-TR por conductas repetitivas.

Otra cuestión importante es que los criterios del DSM-5 abarcan características lingüísticas de todo el espectro. Por ejemplo, la frase "fallo en una conversación normal de ida y vuelta" podría describir a un niño con un coeficiente intelectual de 40 que es incapaz de  realizar cualquier interacción verbal, así como el estilo de conversación unilateral y pedante de una adulta muy inteligente con autismo.

Un acierto del DSM V es la provisión de pautas de diagnóstico que dan cuenta de la heterogeneidad del autismo. Sin embargo, esta inclusividad trae consigo el riesgo de vaguedad. Por ejemplo, los criterios no plantean nada explícito sobre el uso deficiente de señales contextuales, conversaciones estereotipadas, uso excesivamente literal, entonación anormal (prosodia exagerada o limitada) o verbosidad.

Esto no es una crítica de las directrices del DSM-5 para Skuse y Mandy. Los criterios de diagnóstico no pueden hacer referencia a todos los aspectos de un trastorno (condición). Pero el hecho de que el DSM-5 reconozca las dificultades del lenguaje pragmático sin definirlas claramente presenta un desafío para las personas que buscan lograr una evaluación precisa y completa para las personas con autismo. Se les ha dicho a psiquiatras y psicólogos que esperen dificultades sutiles de lenguaje en sus pacientes, sin que se les dé mucha información sobre qué buscar.

Hay una solución clara para este problema: el uso de instrumentos de evaluación estandarizados para evaluar los déficits sutiles del lenguaje en personas con habla fluida. Estos autores defienden el desarrollo de una nueva ronda de herramientas que permitirá a equipos de investigación y clínicos evaluar las fortalezas y dificultades del lenguaje entre aquellos con una amplia gama de habilidades intelectuales.
Algunas medidas ya tienen el potencial de detectar anomalías sutiles. El Autism Diagnostic Observation Schedule (ADOS), cuando lo utiliza un observador cuidadosamente entrenado y fiable, es una medida valiosa. Sin embargo, en las manos equivocadas puede fácilmente ser mal utilizado. Los instrumentos de informes de las familias que caracterizan las dificultades pragmáticas en el espectro del autismo se pueden complementar con los informes del profesorado (para evaluar la fiabilidad).

Los ejemplos incluyen la “Children’s Communication Checklist” y la “Developmental, Dimensional and Diagnostic Interview”. Otros instrumentos ampliamente utilizados, diseñados para implementar los criterios del DSM-III / DSM-IV, se validaron en individuos con discapacidades intelectuales generalizadas. Estos prestan poca atención a las sutilezas del lenguaje, por lo que tendrán dificultades para proporcionar evaluaciones completas y precisas basadas en el DSM-5.

¿Hacia dónde se dirige la investigación en comunicación social?

Los equipos de investigación están trabajando para mejorar la intervención dirigida a la pragmática porque es muy relevante para la mayoría de las personas en el espectro. Algunos investigadores se están centrando en la identificación de dificultades más sutiles con la comunicación social que hacen que las interacciones sean dificultosas incluso para personas con buenas habilidades lingüísticas y cognitivas. Las nuevas tecnologías de análisis acústico y captura de movimiento permiten la medición detallada del tono vocal, entre otras variables, y de los pequeños movimientos que conforman las expresiones faciales.

Un aspecto que no debemos olvidar es que la comunicación (y la convivencia en general) entre personas con y sin autismo es un problema de doble vía. Las personas en el espectro pueden tener dificultades comunicativas que abordar, pero sus compañeros y compañeras de conversación neurotípicos podrían hacer más para llegar a un punto de equilibrio si aceptan las diferencias en la forma en que se expresan y en su condición de desarrollo.

Hasta aquí la publicación de hoy. Que tengáis buena semana.


Bibliografía


https://www.spectrumnews.org/opinion/viewpoint/defining-language-deficits-across-autism-spectrum/?cn-reloaded=1

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