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Cómo diseñar espacios educativos para las personas con autismo


En los últimos tiempos parece que se ha puesto el foco en que para conseguir una inclusión efectiva de todo el alumnado es necesario ir más allá del aula y replantearse cuestiones tan complejas como la organización e incluso el diseño de los centros. En mi Comunidad Autónoma, un interesante proyecto denominado “Proyecto espacios. Otra mirada, otra escuela”  (si quieres leer el documento pincha AQUÍ) cuyo objetivo es el de “crear centros que tengan un carácter propio, con los que la comunidad educativa se identifique. Centros que apuesten por una escuela inclusiva, con un enfoque integral de desarrollo de la equidad para conseguir el éxito de todo el alumnado; centros que se comprometan con unos valores fundamentales que representen el deseo de fomentar la participación y la convivencia positiva de toda la comunidad educativa”. 

Sin duda la consciencia de esa necesidad es algo positivo ahora bien ¿en su diseño hay una mirada desde la óptica del alumnado con diversidad funcional y del profesorado que tiene experiencia en el trabajo con el mismo? Corremos el riesgo de lo que llamo el “despotismo ilustrado”: todo para el pueblo pero sin el pueblo. Todo para la inclusión educativa de las personas con autismo y para facilitar dicho proceso a las personas que las educan pero sin contar con ambos grupos en el diseño. Y esto sucede cuando toda la evidencia apunta a un incremento exponencial en el nacimiento de niños y niñas con autismo, con estudios que en EEUU comienzan a hablar de una persona con autismo cada cuarenta nacimientos (pincha AQUÍ para ver los datos). ¿Estamos planteándonos medidas a futuro para la inclusión social y escolar real para este conjunto cada vez más amplio de población?


 Algunas de las informaciones más sabias sobre inclusión escolar se las leí hace años a Rita Jordan, profesora emérita de la Universidad de Birmingham y una de las referencias mundiales en lo relacionado con el autismo. Tal y como ella defiende la “inclusión total” del alumnado nunca ha sucedido en la mayoría de los centros, en los que se pretende “conseguir que el alumnado con autismo se adapte y tenga acceso a un sistema que al construirse no tuvo en cuenta las necesidades de ese alumnado”. La verdadera inclusión según Jordan “es un proceso, no un lugar” e “incluye un todo, desde su concepción hasta su funcionamiento”.

También dos referentes mundiales en la investigación clínica y educativa sobre el autismo como son Christofer Gillberg y Theo Peeters (1999) nos advierten en su libro “Autism. Medical and Educational Aspects” de que “un concepto como la integración/inclusión merece un ejercicio de cautela. No es un medio en sí mismo. Es el objetivo final de una formación y educación exitosas”. Por tanto, la educación efectiva para este alumnado “no tiene que ver con la ubicación, sino con los conocimientos y las habilidades del personal y con la flexibilidad de la escuela para adaptarse a las necesidades individuales de los niños” (Jordan, 2012).

Con estas ideas siempre presentes ¿qué características debe tener el diseño de un centro que escolarice personas con autismo? La web Spectrum publicó un interesantísimo vídeo que podéis ver en esta publicación, en la que aportaba ideas fundamentales en este aspecto. Vamos a analizar sus aspectos principales y a traducir sus recomendaciones. 

Parte de la idea de que para las personas en el espectro, el espacio físico en el que se encuentran puede ser determinante para proporcionar una sensación de comodidad y apoyo. Por ello desde la arquitectura se está trabajando con las escuelas para crear espacios acogedores y versátiles para estudiantes con autismo.

El video analiza dos proyectos: un campus urbano en la ciudad de Nueva York y uno rural en Nueva Jersey. En ambas ubicaciones, los iconos y los colores guían a los estudiantes con autismo de una clase o piso a otro. Los materiales especiales amortiguan la entrada sensorial: el suelo de corcho suaviza los pasos; las persianas modulan la luz del sol y las vistas; los pasillos muy anchos facilitan las transiciones al proporcionar más espacio para que los estudiantes se muevan; y los “espacios de escape” les ofrecen un lugar de respiro ante experiencias o interacciones abrumadoras.

El video también ofrece sugerencias para otras escuelas interesadas en crear espacios amigables con el autismo. A continuación, podéis leer una traducción de lo que se dice en el mismo pero, por favor, no os perdáis las imágenes.

Comienza el msimo con la reflexión de Merilee Meacock, socia de KSS Architechts, en la que expone que “Diseñar un espacio para las personas con autismo debe ser muy sofisticado desde el punto de vista acústico, de la iluminación, de  los materiales y creo que todas estas lecciones se trasladan en un edificio para todas las personas”.

Tras esa primera aparición nos trasladamos a “The Bancroft School” en Nueva Jersey, una escuela con programas de educación especial dirigida a alumnado entre los 5 y los 21 años.

“Sabemos que la gente es más agradable con los demás en entornos positivos y parte de nuestro objetivo con el alumnado con autismo en la escuela es para ellos que quieran estar allí y que quieran estar con otras personas y eso es mucho más sencillo de conseguir en un entorno agradable” dice Catherine Lord distinguida profesora de Psiquiatría y Educación en la Universidad de California, Los Ángeles y una experta de mundial de reconocido prestigio (Lord fue asesora de ambos proyectos).

“Los espacios abiertos son importantes porque nuestros niños y niñas tienen la necesidad de realizar una gran cantidad de movimiento a lo largo de su día y nuestro patio les permite correr, saltar, escalar y expresarse físicamente de muchas maneras. Este edificio está realmente diseñado para permitir a los niños y niñas tengan espacio para moverse y, por lo tanto, el ancho de los pasillos y el tamaño de las aulas son los adecuados”, dice Judith Brown, directora del Bancroft School.

“Me gusta columpiarme en los columpios, me da la risa cuando me columpio. Me gusta nadar en la piscina” dice Paul, un estudiante en la Brancfort School.

“Para nosotros es muy importante enseñar a los niños y niñas habilidades seguras acerca del agua y de la natación” dice Judith Brown, directora del Bancroft School.

“Creo que es realmente importante tener un lugar seguro para los chicos y chicas cuando necesitan un tiempo de descanso para después volver al grupo o calmarse por una crisis. Es muy importante que tengan ese espacio donde se puedan tomar ese tiempo para volver a unirse al grupo y continuar con su día a día” cuenta Naomi Siegel, Terapeuta ocupacional principal de la Learningspring School, una escuela que escolariza alumnado con autismo entre los 5 y los 14 años. “Cada planta es bastante similar y no difiere demasiado en el diseño, por eso cada una de ellas es familiar para ellos y de alguna manera les hace más fácil cuando realizan una transición desde su aula lo ven todo parecido”.

“Un elemento de diseño que realmente ayudó a nuestros estudiantes en  relación con las transiciones es el hecho de que hemos eliminado en parte la necesidad de realizar la transición fuera del aula mediante las salas de descanso para terapia dentro de las propias aulas” cuentan desde Brancfort.

“Las personas en el espectro del autismo no siempre se guían a través de las señales verbales. Hay otras maneras de  orientarse por eso nosotros las llamamos señales psicológicas ya sean patrones o texturas, colores, imágenes icónicas… Dar a las personas las oportunidades de vivir en espacios más pequeños o más amables fuera de las aulas fue algo realmente importante para este proyecto”.

“Una cosa singular aquí en The Brancfort School son nuestras áreas de formación profesional. Están diseñadas para proporcionar experiencias del mundo real en un entorno seguro que encaja con las necesidades particulares de nuestros estudiantes y les permite pasar a generalizarlas en puestos de trabajo en nuestra comunidad”.

A partir de este punto, se suceden experiencias de ambas instituciones escolares del máximo interés:

“Es fantástico tener espacios que maximizan lo que alguien aprende y lo que alguien puede hacer en esos espacios. Eso no significa que tengas que detenerte ahí”.

“A mí personalmente me encanta ver cuánto podemos ayudar a nuestros estudiantes con los apoyos sensoriales si nuestro alumnado tiene problemas con estar sentado en clase, estar erguidos en su asiento y les podemos dar una silla adaptada y de repente, pueden unirse al grupo y a su parte de la lección y esa es una manera fácil realmente comprobable de ver cómo estamos ayudando a estos niños y niñas”.

“He trabajado en lugares donde el gimnasio sensorial está en el sótano y no hay ventanas, no hay luz natural y es una sensación totalmente diferente y también es agradable tener las persianas que te permiten controlar cuánta luz está entrando y si afuera el mundo es demasiado estimulante podemos atenuarlo”.

“Tiene esquinas redondeadas y no tiene luces fluorescentes y creo que esas recomendaciones son positivas, pero creo que la realidad es que lo que quiere es respetar las dificultades y fortalezas específicas que tienen las personas con autismo”.

Una última recomendación. Echadle un vistazo a las páginas web de ambos centros (tenéis los enlaces en la bibliografía).

Hasta aquí la publicación de hoy. Seguro que puede ser una primera piedra hacia la reflexión de qué características en cuanto al diseño debe tener un centro educativo para escolarizar alumnado con autismo.



Bibliografía





Jordan, R. (2012). Autismo con discapacidad intelectual grave. Guía para padres y profesionales. Ávila: Autismo Ávila.

Peeters, T., Gillberg, C. (1999). Autism. Medical and educational aspects. Londres: Whurr Pub.



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