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¿Por qué me escapo? Comprender las conductas de fuga en el autismo


La fuga o deambulación, es un importante problema de seguridad para las personas autistas u otras personas con diversidad funcional, sus familias y su entorno. Este término describe la tendencia de un individuo a abandonar la seguridad de un entorno y/o cuidador conocidos por ejemplo abandonar el hogar cuando nadie está mirando o escaparse del colegio.

Debido a que las personas autistas a menudo tienen dificultades para comunicarse y ser conscientes de su propia seguridad, esta conducta puede ser particularmente peligrosa: pueden tener problemas para dar su nombre y dirección y en ocasiones, no son  capaces de proporcionar información de contacto sobre sus cuidadores o no reconocer los peligros ambientales. Además, a estos niños y niñas a menudo les atrae por ejemplo el agua y el ahogamiento es una de las principales causas de muerte en la infancia con esta condición de desarrollo.

Las encuestas en E.E. U.U. muestran que casi la mitad de los niños y niñas diagnosticados con autismo entre las edades de 4 y 10 años han tratado de escaparse alguna vez. De los que lo intentaron, la mitad tuvieron éxito y faltaron el tiempo suficiente para generar alarma a su familia o cuidadores. Dos de cada tres padres y madres encuestados que llamaron a la policía informaron que su hijo perdido estaba, de alguna manera, herido en medio del tráfico, mientras que uno de cada tres transmitió incidentes cercanos al ahogamiento.

Los familiares de niños con autismo señalan estas cinco razones como las más comunes por las que los niños o niñas se escaparon:

*Disfrutar, corriendo o explorando.
*Para escapar de una situación de ansiedad (por ejemplo en la escuela).
*Intentos de visitar un lugar en el que disfrutan (como el parque).
*Perseguir algo de interés.
*Para escapar de los estímulos sensoriales desagradables (por ejemplo ruidos fuertes o desagradables).

Las familias o los cuidadores deben ser conscientes de los riesgos que puede generar una conducta de escapada y tomar medidas básicas para mantener a sus seres queridos a salvo. Debemos tener en cuenta algunas acciones mínimas que pueden evitar un suceso desagradable. En algunos entornos concretos, por ejemplo en el hogar, se pueden tener en cuenta sugerencias como instalar cerrojos o un sistema de alarma. Si la fuga es una preocupación habitual, un dispositivo de rastreo podría ser una solución prudente (existen modelos y aplicaciones pensadas para niños y niñas con autismo). También es una buena idea un plan de emergencia que detalle qué hacer, a quién contactar y dónde buscar.

Cuando viajamos es especialmente importante tener en cuenta estas precauciones. Un hotel o una casa de alquiler pueden proporcionar oportunidades  o generar situaciones que propicien una escapada.


Un posible plan de actuación

Los CDC (Centers for Disease Control and Prevention) estadounidenses abogan por un enfoque de tres niveles para cuidadores y familiares que pasamos a relatar a continuación:

Planifica

*Observa las conductas del niño.
*Ten un plan de emergencia para responder.
*Mantén la información sobre el niño actualizada (foto, descripción)
*Asegura su casa y lugares de vacaciones (cercas, cerraduras de puertas)
*Identifica al niño o niña (brazalete de identificación o tarjeta de información).

Evita

*Observa las señales que el niño o niña puede hacer antes de que suceda la conducta de escape (por ejemplo, si un niño hace un cierto sonido o mira hacia la puerta)
*Estate alerta sobre la ubicación del niño o niña.
*Proporciona un lugar seguro (de juego, de espera…)
*Informa a los vecinos, a toda tu familia y a los profesionales que trabajan con el niño o niña.
*Responde a los primeros signos de alerta
*Aprovecha los dispositivos de rastreo (por ejemplo  Angelsense o Geo-band).

Enseña habilidades de seguridad

*Enseña a responder a instrucciones básicas de seguridad ("Parar", “Esperar” etc.)
*Enseña a decir el nombre y número de teléfono o a mostrar la tarjeta identificadora.
*Enseña a cruzar la calle.

A lo anterior, podemos añadir sumar la propuesta, por ejemplo, de Rita Jordan para abordar este tipo de conductas con el objetivo de conseguir que el niño o niña aprenda a volver ante la llamada de la persona adulta.

La estrategia para solucionar el problema consistiría en buscar una conducta alternativa que debemos enseñar mediante un programa (3 semanas, 3 o 4 veces al día).  Se necesitarían dos personas, una de ellas se situaría en un lugar sin salida o con una puerta controlada. La otra, lleva a la persona con autismo a ese entorno seguro y deja que la persona se vaya, sin llamarla ni perseguirla. Cuando esté la persona al alcance del otro educador, el primero grita el nombre de la persona y la instrucción “ven aquí”. El o la “centinela” conduce al niño/niña sin decir nada hacia el primer educador, quien le dará algo reforzante.

La importancia de una respuesta comunitaria

Si bien hay pasos que las familias y cuidadores pueden tomar para minimizar el riesgo de fuga, la conciencia del entorno cercano sobre el tema también es importante y necesaria.  Es relevante que los vecinos y las comunidades sean conscientes de las personas que podrían vagar y qué hacer si esto sucede. De esta manera es más probable que intervengan si esa persona se escapa.  

En EE. UU. se plantean iniciativas como la legislación para ayudar a las familias a localizar a sus seres queridos desaparecidos con autismo, alzheimer etc. La “Ley de Kevin y Avonte” se denominó así por dos niños con autismo que murieron trágicamente después de alejarse de un lugar seguro. La legislación tiene como objetivo ayudar a educar y capacitar a los cuidadores para evitar la fuga o la deambulación y hace que los dispositivos de rastreo sean accesibles para aquellas personas que puedan beneficiarse.  

Cuando las familias o cuidadores reflexionan sobre las dificultades que presenta educar a una persona con autismo, las escapadas y las fugas no suelen ser una preocupación que se les ocurra. Sin embargo, es un riesgo que amenaza la vida, especialmente para los niños y niñas con autismo. Es de esperar que, a través de una mejor educación, algunas precauciones básicas y una mayor conciencia de la comunidad, el número de historias trágicas que se relacionen con las huidas disminuya.  

 

Bibliografía


Jordan, R. (2012). Autismo con Discapacidad Intelectual Grave. Guía para padres y profesionales. Autismo Ávila.

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