Hoy os quiero contar una pequeña historia de la que surge una reflexión y aprovecho el blog para exteriorizarla.
Ayer viernes, nos fuimos a una visita al centro de Oviedo, con la compañía de la Policía Municipal, en la que se les enseñaba a nuestros niños y niñas algunas cuestiones básicas sobre educación vial (los pasos de cebra, los semáforos etc.). Una forma estupenda de aprender en el entorno.
En un momento concreto, se me acerca una de las tutoras con las que comparto clase para mostrarme su indignación con un episodio anecdótico pero muy revelador: al pasar al lado de uno de nuestros chavales, éste hizo una estereotipia ante la cual una señora se dirigió a ambos con la palabra "cuidado". Ese "cuidado" no iba acompañado de una mirada agradable. No era una forma de ayuda para evitar que alguien se hiciera daño. Tampoco era una forma amable de llamar la atención sobre algo. Era un "cuidado" con un tono mezquino, acompañado de una mezcla entre desprecio y miedo. Era un "cuidado" alejado de la Pedagogía del cuidado, de cuidarse a uno mismo y a las demás personas, de aceptarlas como son y de valorarlas.
Al contármelo, en ese mismo instante le comenté a mi compañera: "imagínate lo que deben sentir a veces las familias de nuestros críos y crías cuando salen a dar un paseo". Y lo decía porque ese sentimiento, no era la primera vez que yo lo experimentaba en las excursiones. Es un sentimiento en forma de mirada: miradas extrañas, condescendientes, algunas ofensivas, algunas amables... pero, en resumen, demasiadas miradas.
También recordé otra anécdota de entre las muchas que me contaron y cuentan las familias de mis críos y mis crías. Es de una persona por la que siento gran admiración y que sé que lee este blog (ella se reconocerá, pero también muchos otros familiares en su experiencia): en una visita a un centro comercial, su hijo tuvo una situación ansiógena de las que pueden ser habituales para un niño pequeño con TEA ante una gran aglomeración de gente. Cuando la solventaron, se le acercó una señora que estaba allí y le espetó que tenía a su hijo muy mal educado.
Vivenciar sentimientos como los de esta salida, me generan la necesidad de convertirlos en medidas positivas que, en mi humilde opinión, deberían sustentar la relación de los y las profesionales con las familias. Las que personalmente intento poner en práctica son:
*Crear una relación positiva. Como maestro, las familias dejan en mis manos lo más preciado que tienen, sus hijos e hijas. Tengo que corresponder su confianza en mí escuchándolas y propiciando un ambiente adecuado que redundará en lo mejor para mi alumnado y por tanto, para ellas mismas.
*Centrarme en los puntos fuertes y en las potencialidades de sus hijos e hijas. Las familias están cansadas de escuchar en boca de muchos profesionales diferentes que sus niños y niñas no pueden hacer esto o lo otro, pero nunca se cansarán de que se les diga lo que hace bien y en las vías para mejorarlo.
*Ser sincero con ellas, preocupándome en la forma en que les transmito la información. Centrarse en los puntos fuertes no significa que en ocasiones no tengamos que trasladarles aspectos que, desgraciadamente, no son todo lo positivos que querríamos. Pero es importante cómo se transmite ese mensaje, sobre todo a personas que emocionalmente han vivido y están viviendo muchos episodios duros en la vida de sus hijos e hijas.
*Asesorarlas lo mejor posible respecto a lo que sé sobre el autismo y a cuál puede ser la evolución de un niño o una niña, así como posibles soluciones basadas en mi experiencia con muchos otros niños y niñas con características similares, pero siendo siempre consciente de que nadie conoce mejor a sus hijos que sus propias familias y que cada persona con autismo es única.
Y sobre todo...
*Intentar ponerme siempre en su lugar. Soy consciente de que es imposible hacerlo con la misma intensidad con la que ellas lo viven, pero anécdotas como las que os he contado contribuyen a que siga persistiendo en el esfuerzo y que me acerque un poco más a su perspectiva.
Como final feliz de la historia (no podía ser de otra manera), y en el supuesto improbable de que la "señora del cuidado" haya reflexionado sobre su actitud y lea estas líneas, me gustaría decirle que puede estar tranquila: nuestro alumno se comportó maravillosamente en la excursión y, por ello, su tutora y su logopeda estamos muy orgullosos de él y de la educación que le intentamos inculcar. Descuide.
Gracias por tu historia y sobre todo por saber que podéis sentir realmente nuestra lucha diaria y sentiros identificadas con nuestros miedos y a la vez tantos sueños e ilusiones que tenemos puestos en nuestr@s hijos@s. Realmente hay cosas que no pueden hacer, pero hay tantas que si pueden tan sólo necesitan que les ayudemos a intentarlo. Muchas gracias por tus pensamientos
ResponderEliminar¡Muchas gracias a ti por el comentario Zoraida!
ResponderEliminarGracias cielo por explicar de una forma q lo entienda todo el mundo.Esto nos pasa casi todos los días y llegamos a no saber cómo responder y a no contestar cojer al niño y marchar gracias Aitor de corazón Besos de la familia de Ruben
ResponderEliminarSabía que lo ibas a leer Susana. No sé si te suena la anécdota de la que hablo ;-)
ResponderEliminarMuchos besos para vosotros y muchas gracias por todo.